Testigo evolutivo
La impronta del paisaje se va definiendo a lo largo de siglos. En Canarias, la foto actual, muestra una imagen producto de las interacciones entre la actividad humana y el medio que, según los espacios y épocas se han dado con mayor o menor intensidad.
El abandono de gran parte de las actividades tradicionales en las medianías de Gran Canaria, por ejemplo, ha dado lugar a un avance de la vegetación originaria que, desde sus refugios en cantiles y riscos, va reocupando los espacios que le fueron hurtados durante generaciones por las necesidades de leña y madera para la vida cotidiana. La emigración de la mayor parte de la población rural, el cambio de modelo productivo y otras cuestiones como el cambio de la leña al gas butano en los hogares supuso una disminución de la presión sobre el medio y, con ello, la expansión de la vegetación natural.
El barranco de la Virgen, en el municipio de Valleseco, es uno de los ejemplos de esta feliz evolución. El monteverde, laurisilva y fayal brezal, avanza de manera clara. La regeneración natural va ocupando espacios viables para estas formaciones vegetales con un dinamismo disfrutable en varios enclaves de este hermoso barranco.
El Pino de la Virgen ha sido testigo durante varios siglos de la evolución de este espacio. Primero talado, en sus zonas más llanas, para explotación agroganadera y con ello financiar la fábrica de la Basílica del Pino. Esto fue acompañado con una presión creciente sobre la vegetación de las laderas para la construcción y el consumo de leña y luego la plantación de especies de frutales forestales, como el castañero, que ahora contribuyen a la expansión de la laurisilva. Acompañó este modelo, con sus matices a lo largo del tiempo, hasta los ´60 del siglo XX cuando quiebra y, permite con ello, una regeneración natural en las laderas en la construcción de un nuevo equilibrio en el que la naturaleza y las actividades humanas convivan en armonía.
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