INCENDIOS, MEDIO AMBIENTE Y USOS DEL TERRITORIO
Desde hace varios años se ha extendido el término referido a los Grandes Incendios Forestales (GIF) debido a las nuevas características de los incendios que tienen, en base a ciertas condiciones meteorológicas, tanto climáticas como el calentamiento global, como en lo que respecta al tiempo, una invasión de aire sahariano, por ejemplo. Si no se han opuesto previamente acciones de reducción del combustible, mayores dimensiones e intensidad y, por tanto, la dificultad o directamente la imposibilidad de frenar su avance hasta la modificación de las condiciones ambientales, como puede ser un cambio en los vientos dominantes, un descenso de las temperaturas o, de forma más complicada en la etapa anual de riesgo de incendios, con la llegada de lluvias, como por ejemplo ocurrió en el incendio de 2017 en Gran Canaria.
En la evolución de los incendios y el desarrollo de los Grandes Incendios Forestales influyen de manera muy importante los usos del territorio. Hasta la etapa anterior del modelo económico que se desarrolla en Canarias, el sector agropecuario tenía un peso muy superior al de la actualidad. El peso de este sector con su reducción en lo que se refiere a superficie territorial ocupada en cultivos o zonas de pasto utilizadas, ha sido muy intensa. Todo esto incluye la reducción de las personas dedicadas a esta actividad y a las personas vinculadas a una actividad agropecuaria que viven en las zonas rurales.
Esta actividad intensa agropecuaria supuso varias cuestiones. Una de ellas es el uso del monte (vegetación generalmente arbustiva) para cama y alimento del ganado así como, derivado de ello, la realización de estiércol. Uso de pinocha para relleno de enseres domésticos, como almohadas y colchones, uso de pinocha para relleno de cajas con productos agrícolas como plátanos y uso de pinocha para hacer estiércol. Por último, y no menos importante, uso de leña para usos domésticos como cocinar mediante los tres teniques o cocinas de leña, o bien para los hornos familiares o comunitarios en la elaboración de pan. A estos usos de leña y monte se suma el consumo por parte de los ganados no estabulados entre los que se incluyen los ganados trashumantes, los que realizaban la mudá (y en algunos casos, afortunadamente, la siguen realizando).
El poblamiento en las zonas rurales era, durante el modelo económico agrario tradicional, más intenso, y dispersos en el territorio sus usos. Esta expansión territorial se ve fortalecida por el minifundismo y el uso intensivo de propiedades de mayor tamaño, así como de los montes forestales hasta el inicio de las políticas de reforestación.
Todos estos elementos dieron lugar a una reducción muy importante del combustible de modo que los incendios son de mucha menor dimensión sumado a un régimen pluviométrico más elevado y unas temperaturas más bajas. Esta dimensión más reducida de los incendios así como el mucho menor desarrollo de los medios de extinción daba lugar a una participación de las poblaciones locales en la extinción de incendios.
Con el abandono del modelo agrícola tradicional se produjo una reducción vertiginosa de la población asentada en el espacio rural. A esta reducción poblacional se suma una reducción de la actividad productiva agropecuaria aunque con aspectos positivos como el fuerte aumento de la superficie forestal.
En los últimos decenios se ha ido produciendo, al principio lentamente y luego de manera más acelerada, un asentamiento poblacional en las zonas rurales como segunda residencia así como, más tardíamente, como primera. En estos casos, o la mayor parte de ellos, la población está desvinculada de la actividad agropecuaria dándose el caso del traslado de la cultura urbana al ámbito rural llegándose a casos de denuncias hacia personas que realizan actividades agrícolas y ganaderas, de modo que se busca estigmatizar actividades tradicionales porque personas que se trasladan al campo en busca de “tranquilidad” no quieren cerca de sí actividades productivas.
A estos elementos se suma la proliferación de viviendas vacacionales que trasladan, del mismo modo, hábitos de vida urbanos al entorno rural además de que tampoco tienen una vinculación con el medio rural, salvo alguna excepción muy localizada. Estas situaciones habitacionales dan lugar al “interfaz”, con el desarrollo y puesta en uso de viviendas en zonas rurales sin usos agropecuarios con la consiguiente instalación de población fuera de núcleo con una gran cantidad de combustible a su alrededor debido a la disminución dramática de la actividad agropecuaria ya mencionada. Esto provoca un aumento del riesgo de incendios con casos contrastados en los últimos años, como el incendio que afectó a un sector de las cumbres occidentales de Gran Canaria en 2019 y que demuestran el progresivo desarrollo de un modelo de ocupación del territorio altamente desequilibrado por lo que una afección en forma de incendios causa importantes daños si no es posible frenarlo en las fases iniciales del mismo.
Para corregir en parte este desequilibrio, se han ido desarrollando algunas soluciones para reducir el combustible en los montes y zonas de interfaz.
Una de ellas es la utilización de los ganados para reducirlo en cauces de barranco y otras buscando la colaboración de los pastores a través de un aporte económico. Esto facilita la supervivencia de la actividad. Por otro lado se intensifican las campañas informativas y de educación ambiental. Se suman también campañas de concienciación y un sistema de semáforos que guía las actividades que es posible hacer así como las prohibidas en casos de alerta por incendios.
Estas medidas, si bien son útiles y necesarias, resultan solo parciales ya que se hace necesario potenciar el desarrollo de un paisaje denominado mosaico en el que tenga un mayor peso la actividad agraria, con una mayor compartimentación de las masas forestales que se restauren o reforesten. Al tiempo, se hace necesaria una revisión de la distribución de los pisos de vegetación teniendo en cuenta la modificación de las condiciones climáticas con el aumento de las temperaturas y la disminución de las precipitaciones para dar prioridad a especies más resistentes a estas condiciones y que, por tanto, puedan resistir mejor en este marco. En la misma línea, se hace necesario favorecer la producción agropecuaria local de modo que se avance en la construcción del paisaje mosaico mencionado.
Mientras, la importante contribución social se concreta en la abstención de los usos que puedan provocar fuego en los momentos de alto riesgo de incendios, consumir productos locales o del país y participando en las campañas de reforestación y mantenimiento forestal.
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